La agricultura, su efecto sobre el suelo y la huella de carbono

La agricultura, su efecto sobre el suelo y la huella de carbono

El suelo agrícola o tierra arable, es la capa superficial blanda de espesor variable, que se formó en miles de años, como resultado de la transformación de la roca madre por procesos físicos, químicos y biológicos. Está compuesto por Arena, limo y arcillas, sales, agua, aire, plantas, microfauna, microflora y materia orgánica (producto de la descomposición de restos vegetales y animales).

Se lo considera un recurso natural no renovable, a modo de ejemplo, el Soil Conservation Service de EEUU indica que un suelo promedio de textura y estructura necesita más de 30 años para desarrollar 2,5 cm de horizonte superficial con buena aptitud agrícola, por lo que para desarrollar una capa arable mínima de 30 cm se requieren más de 300 años.

La fertilidad depende de la textura (arena, limo y arcilla), del contenido de materia orgánica y de la estructura que es el agregado de sus componentes o terrones por la capacidad aglutinante de las arcillas y de la materia orgánica.

Un suelo ideal estaría compuesto por 45% de fracción mineral; 5% de fracción orgánica y 50% de espacio poroso (estructura).

La agricultura por excesivos laboreos y la ganadería por sobrepastoreo, al quitarle al suelo la protección del tapiz vegetal, ayudan a la degradación por erosión hídrica y eólica.

Prácticas regenerativas como medio de captura de Carbono

Una vez producida la degradación por la alteración de textura y pérdida de la estructura, el Carbono orgánico –CO-, se puede capturar con métodos y prácticas regenerativas.

La mismas tienen como objetivo la recuperación de ecosistemas degradados, con disminución de los servicios ecosistémicos y pérdida de capital natural, en tierras cultivadas o agro-ecosistemas, poniendo las fuerzas del mercado al servicio de la optimización en el largo plazo de los beneficios que la sociedad deriva de los agro-ecosistemas, en lugar de la maximización de ganancias en el corto plazo que estas fuerzas tienden a privilegiar, con el consecuente agotamiento del capital natural y las funciones ecológicas.

En línea con la necesidad de mitigar el cambio climático a través de la disminución de la huella de carbono, estas prácticas se presentan como una vía de reparación del ambiente, del tejido social rural y de la productividad de las tierras.

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